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El Monasterio de Santo Domingo de Silos nos lo encontramos al este en un valle de la meseta castellana, denominado hace tiempo como valle de Tabladillo. El actual monasterio no es el original, hay que remontarse a épocas visigóticas (s. VII-IX) para encontrar sus orígenes, pero desaparece durante la ocupación musulmana. Desde el siglo X, el monasterio de San Sebastián de Silos lo encontramos en diferentes documentos.

Por culpa de Almanzor, el monasterio silense sufre grandes problemas que le llevan a la ruina. Pero en el 1041, surge la figura del monje riojano proveniente de San Millán de la Cogolla, llamado Domingo. Se convierte en abad de Silos y tras varios años, restablece el antiguo resplandor de Silos en sus edificios y en su comunidad.

Es en estos años cuando se construye su famoso claustro románico, destacando sus cuatro ángulos donde nos encontramos diferentes relieves, representando algunos de los acontecimientos más importantes de la religión cristiana.

Claustro románico Santo Domingo de Silos

En la baja edad media, el monasterio no vive su mejor momento, pero gracias a la adhesión a la Congregación Benedictina de Valladolid, a principios del s.XVI, el monasterio se transforma y surgen nuevas construcciones, como por ejemplo: la capilla de Santo Domingo o la iglesia neoclásico-barroca.

En 1835 sufre los efectos de la desamortización de Mendizábal que implica la pérdida por expolio de parte de sus riquezas artísticas y documentales. Por fin, en 1880 se establece una nueva comunidad de monjes benedictinos llegados de la abadía francesa de Ligugé.

Estos monjes fueron restaurando el Monasterio silense; y, con la restauración material, procuraron recuperar parte de los restos culturales. Encontraron 14 manuscritos medievales; muchos diplomas, también de la Edad Media; y casi todo el archivo de la Edad Moderna. Silos ocupa un lugar importante en la Orden Benedictina y en la Iglesia Española en el mundo actual.

En el plano artístico lo más destacable es la colección de los 64 capiteles de que consta el claustro bajo y los relieves que ornamentan las caras interiores de las cuatro pilastras que forman los ángulos de la galería.

Al primer maestro serían asignables seis de los relieves con las siguientes escenas:

  • Ángulo sudeste: La ascensión y Pentecostés.
  • Ángulo noreste: El sepulcro y El descendimiento.
  • Ángulo noroeste: Los discípulos de Emaús y La duda de Santo Tomás.

Los Discípulos de Emaús

El segundo maestro sería el autor de los dos relieves restantes:

  • Ángulo sudoeste: La anunciación a María y El árbol de Jessé.

La anunciación de María

Otros lugares de interés del monasterio son la botica y el museo donde se pueden observar diferentes objetos asociados a estas dos estancias. Pero sobre todo otro de los grandes elementos que sobresale dentro del patio del claustro, es ese gran ciprés centenario. Tal es su belleza que Gerardo Diego le dedico un poema, que leemos a continuación:

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.